Resumen:
En la actualidad, la violencia se ha convertido en uno de los temas más importantes en las agendas, tanto de las políticas púbicas de los gobiernos como en materia investigativa desde la academia. Esto en la medida en que los escenarios de violencia se vuelven cotidianos y perturban cada vez más los espacios de convivencia social, producto del incremento en la desigualdad social, pero también por la ineficiencia y corrupción de los aparatos estatales. No obstante, más allá de ser un tema de estudio, lo cierto es que los altos niveles de violencia desatados en países como Colombia y México, tiene hondas repercusiones, no solo en materia económica o política, sino también en la dinámica social.
Lo escandaloso del asunto es que la violencia que hoy vivimos también se ha vuelto peligrosa para el Estado, síntoma potenciado por la pérdida del monopolio de la fuerza, expresión que corre a contrario del leviatán de Hobbes, en el sentido que el Estado ya no es el único detentador del poder coercitivo ni el único protector de los intereses de la sociedad. El poder destructivo de este proceso de privatización de la violencia no sólo impacta en la sociedad que se convierte en su víctima permanente, sino también en el Estado, quien se transforma en un competidor más por el uso de la fuerza, reduciendo cada vez más su capacidad de protección.
Por eso la urgencia de reflexionar en torno a las dimensiones social e institucional de la violencia, y el clima de inseguridad que en la actualidad está viviendo América Latina, con el fin de develar sus principales características, los procesos de retroalimentación y su impacto en la construcción o reconstrucción de los Estados nacionales, centrando la atención en México y Colombia.
La intención de fijar la mirada en estos dos países es porque desde hace algunos años, algunos líderes de opinión, entre ellos los medios de comunicación, han venido planteando la idea de que México se encamina cada vez más a una colombianización , debido al incremento de las violencias relacionadas con el narcotráfico, la guerrilla y la delincuencia organizada. Por tanto, es indispensable detenernos a pensar y analizar la violencia que aqueja a estos dos países para ponderar las semejanzas y diferencias entre ambos. Hoy México sufre altos niveles de violencia y vive procesos y situaciones que ya son historia para Colombia, una historia que quieren dejar atrás la ciudadanía y el propio gobierno, pero al mismo tiempo saben que tiene secuelas, porque la incidencia delictiva que hoy vive Colombia sigue siendo muy alta para un país que se encuentra en “paz”.