Resumen:
Desde mediados del siglo XX la innovación se ha vislumbrado como una ventaja competitiva para todas las organizaciones, tanto así que aquellas que no innoven sus procesos, tecnologías, estructuras, etcétera se perderán en el mercado cada vez más demandante. La innovación no es un ejercicio empresarial cualquiera, es un proceso que requiere ser dirigido, controlado y medido para su adecuada gestión. Bajo este paradigma, en donde se visualiza a la innovación como un proceso de gestión, la educación como pilar fundamental de las sociedades debe, en todo momento, innovar sus procesos académicos, administrativos, pedagógicos, institucionales, directivos, etcétera para promover un verdadero aprendizaje en los estudiantes y una mejora interna constante. Innovación educativa implica, por lo tanto, hacer frente a una realidad cada vez más acelerada en donde el conocimiento, la ciencia y la tecnología cambian rápidamente y se vuelven obsoletos e inútiles. Desde esta perspectiva la innovación implica un cambio que puede ir desde una determinada unidad académica hasta la transformación de un modelo educativo que se encause en las exigencias pedagógicas actuales. De lo anterior, el dirigente educativo debe estar plenamente consciente de que la innovación no es una competencia unidireccional, sino que se debe desarrollar, fomentar y procurar en todos los miembros del centro educativo para asegurar el mejoramiento constante de sus procesos académicos - curriculares y administrativos.