Resumen:
Durante los últimos años, en el Estado de México, los delitos de media y alta intensidad se ha disparado. Los jóvenes que han delinquido en ellos también han aumentado en número y las acciones gubernamentales han oscilado en las mismas prácticas de contención, aprehensión y sanción.
Cada ser humano, independientemente de la edad se rodea de diversos contextos que le moldean y que dan un curso en su desarrollo personal. Los aprendizajes, aspiraciones, formas de entender el mundo y lo que concibe como correcto o incorrecto se basan en lo que obtiene por medio de las relaciones sociales.
Los medios de comunicación son sin duda generadores de opinión pública, forman en el receptor una orientación para su criterio. Los miles de estímulos y palabras clave que son emitidos diariamente a través de diferentes plataformas, van moldeando una posición social.
Sin apelar al sentimentalismo, cabe señalar que después de enfrentar un proceso que no favorece a la condición de socialización ni a la reintegración social, como son nombrados estos sitios encomendados a la reclusión de infractores, la permanencia en un centro donde se está alejado del contacto con el grueso poblacional no resulta en lo más mínimo benefactora, en el sentido de lo que se llamará la reintegración. A esta condición se agrega la estigmatización social, que es fortalecida por los medios de comunicación audiovisuales, y que genera en el individuo una condición etiquetante de por vida, que más tarde transforma la manera de comunicarse en sus relaciones.
En el caso de los noticieros, específicamente el tratamiento de la información correspondiente a seguridad, el empleo de multimedia con un contenido explícito, palabras e información específica, como el nombre de los presuntos responsables de la acción delictiva; algunas expresiones de los presentadores que a pesar de ser casi irreconocibles y, en ciertos casos involuntarias, impactan en la sociedad, que más tarde estigmatizará al que ha delinquido.