Resumen:
Hoy la construcción de la identidad nacional mexicana adquiere gran importancia en el
proceso de organización social, sobre todo en un contexto que exige, para un proyecto
global, la creación de una identidad única, dejando a un lado las características de la
identidad particular que cada nación establece.
La identidad nacional se desprende necesariamente de la afinidad entre una identidad
individual y una colectiva que se construye en una coyuntura histórico-política. Es la
inclusión del individuo en la sociedad hacia la cual se experimenta un sentimiento de
pertenencia nacional.
El sujeto se configura a través de la interacción con los otros. De esta manera, la
afirmación de características particulares le permitirá establecer una identidad (parcial y
flexible, quizás evolutiva) que funcione como emblema de un grupo. El reconocimiento
de comunes supone que existe a la par una “otredad”, pues no se puede afirmar una
identidad si no se reconoce al otro como “idéntico” o “diferente”.
Puede decirse entonces que la identidad nacional es un proceso de construcción social
donde el reconocimiento del sujeto se consigue con la aceptación de un grupo con el
que se comparten vínculos, reconociendo paralelamente al “otro” que también nos
define. Consecuentemente, toda identidad requiere la aprobación que da procesos
intersubjetivos, esto permite que exista socialmente y se manifieste.
La construcción de una identidad nacional es producto de las instituciones con y entre
los sujetos sociales que constituyen un país. Dicho proceso implica la autodefinición, mediante el reconocimiento colectivo y la autoconsciencia de factores o vínculos que determinan en el sujeto su condición dentro de la sociedad.