Resumen:
Para Montaigne la virtud es la chispa que detona la voluntad, y que convierte a algunos hombres en llamarada que arrasa todo por donde pasa. Sólo, probablemente, dándole fuego a la voluntad es que se puede acceder a este combustible de la vida. Y sólo usándolo es que, acaso, se puedan agotar las energías vitales, para que, triunfe la vida y se viva plenamente con placer y se pueda aceptar la muerte con valor cuando se presente.
A Montaigne le gustaría descubrir las coordenadas que le revelen la ubicación más real de la felicidad. Una vez encontradas, quiere trazar una ruta, simple y fácil para poder llegar a ella. Es en ese propósito donde se concentra la potencia de su ética. Montaigne ve que la filosofía hace posible que el hombre se apegue a una vida virtuosa. Por ello entiende que la filosofía tiene un fin práctico, ello explica su apego y su preferencia de la ética por encima de la metafísica.