Resumen:
El modelo económico predominante, caracterizado por la primacía del beneficio económico,
ha sido una de las principales causas de la crisis civilizatoria actual. El crecimiento
económico continuo se basa en la explotación de los recursos y la mercantilización de la vida,
provocando condiciones insostenibles que de manera acelerada conducen a la degradación
del medio ambiente y la sociedad. Nos encontramos ante un cúmulo de problemas a escala
global, entre ellos la pobreza, la desigualdad económica y la exclusión social, cuya
interrelación impacta de manera directa en la calidad de vida de todas las personas.
Ante la necesidad de reorientar y atender el mal funcionamiento del sistema económico, han
surgido discursos críticos que plantean la construcción de una modalidad de economía en dos
vertientes: social y solidaria, al servicio de las personas y no de los mercados, bajo una visión
alternativa en la que se presentan iniciativas basadas en los principios de solidaridad, ayuda
mutua y reciprocidad. Esta economía deja de lado el principio de acumulación predominante
y apuesta por el reforzamiento de los vínculos comunitarios y la intervención de mujeres y
hombres en la solución de necesidades concretas.
Transitar hacia un modelo económico basado en los valores de la economía social y solidaria
abre la posibilidad de construir sociedades más justas y equitativas. La solidaridad propicia
la satisfacción de las necesidades personales y de las comunidades, en lugar de maximizar el
beneficio económico, porque permite restablecer los lazos de colaboración a través de la
participación, transformar las relaciones sociales y económicas existentes, así como
empoderar a las personas para que asuman un rol como sujetos sociales activos en sus
entornos.