Resumen:
El tema de la competitividad se ha convertido, en los últimos años, en uno de los ejes que justifica acciones y políticas gubernamentales en todos los ámbitos. Hoy, ya no se limita al sector empresarial, si no que ha llegado hasta los niveles locales y municipales.
La competitividad es un concepto clave en la actualidad, tanto para las economías desarrolladas como las que están en vía de desarrollo por el dinamismo del mercado internacional en que se encuentran inmersas, y en donde se demanda más eficiencia y eficacia en la utilización de los recursos financieros, humanos, naturales, tecnológicos, entre otros, para hacer frente al reto que representa el mercado no sólo a nivel nacional e internacional (Labarca, 2007).
La capacidad de atraer y retener la inversión no es solo de un país, también se da por zonas, las cuales pueden ofrecer condiciones muy dispares a las del país en su conjunto, o en su promedio. Las condiciones gubernamentales y las características poblacionales que coexisten en la zona, son dos ejemplos muy visibles de los cuales depende el que una zona sea atractiva o no para los inversionistas.
El índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, y los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) muestran estas desigualdades: una zona al interior de un país puede tener altos índices de competitividad que la hacen atractiva para atraer inversiones, a la par de áreas muy desarrolladas en países con una elevada calidad de vida, y a la vez también, contar con zonas poco atractivas para las inversiones. Así pues, los gobiernos diseñan e instrumentan políticas y programas para alinear sus economías al comercio internacional, y los agentes sociales adquieren hábitos de comportamiento globales en todos los sentidos.
Muchos Estados han entendido como uno de sus principales roles el convertirse en facilitadores de las condiciones que permitan al mercado operar de manera eficiente, regulando o desregulando, interviniendo o no interviniendo, proveyendo o delegando. Sin embargo, tenemos que recordar que, si bien el mercado puede ser un mecanismo adecuado para el crecimiento económico y la distribución eficiente de los recursos, carece de los elementos necesarios para asegurar que la distribución sea justa (Latouche, 2007). Esta situación ha venido generando diversos reclamos sociales en la historia reciente y ha dado origen a formas diversas de intervención estatal en aras de procurar el bienestar social.
Estas diferencias también se pueden observar al interior de los países: el nivel de desarrollo de las regiones no es homogéneo y esto se manifiesta significativamente en el nivel de vida de grandes colectivos sociales.