Resumen:
Muchas familias y personas de los distintos países del orbe, en su ímpetu por tratar de conseguir «mejor calidad de vida o desarrollo» se ven obligados a emigrar de sus lugares de origen, fundamentalmente en busca de empleo y de mejores ingresos económicos. En el caso de México, como lo señalan Marcha Rees y Jennifer Nettles, hemos sido testigos de una creciente y permanente oleada de m inmigrantes hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Se reportan de manera más clara la salida de mexicanos hacia la Unión Americana desde finales del siglo XIX. Pero hemos pasado por diversos oleajes migratorios. El prime-ro, incentivado por el programa bracero de las décadas 40 y 60; el segundo debido a la migración femenina vivida en los inicios de los años 80 y, luego, como resultado de la nueva crisis mundial padecida durante los años ochenta, así como los efectos generados por la fuma del Tratado de Libre Comercio (TLC) y por los consecuentes procesos de globalización. Cada uno, sumados a un continuo, deja claro que México ha exhibido la constante salida de sus connacionales hacia suelo norteamericano (Rees y Ner-cles, 2000).