Resumen:
Podemos ubicar a Isaiah Berlin, entre dos mundos, el antiguo y el moderno, como historiador de las ideas, antiguas y modernas; pero como historiador de estas ideas, no como filósofo. Es decir, no es un filósofo político, sino un teórico político que enaltece la historia de las ideas. De ahí, su renuncia a crear como ordena la Filosofía Política una teoría normativa, de deber ser, como el caso de Rawls. Berlin prefiere mantenerse al margen de la invención; como historiador de las ideas, sólo busca lograr ser, como catalogaría Benjamin a una serie de pensadores, del calibre de Kafka, Rosenzweig, etc.; un anunciador del fuego (Feuermelder). La diferencia entre Berlin y estos pensadores sería que él no pretende der un anunciador del fuego tétrico y pesimista. Dado que para él la tragedia no es un negativo, más bien positivo. Lo que realmente preocupa a Berlin es que los modernos no tengamos la capacidad, como si tuvieron los antiguos, de saber vislumbrar la gran sabiduría que está implícita en la tragedia.