Resumen:
El estreno de El viaje de los cantores, en 1989, en la ciudad de
México, llamó la atención de los críticos por cuatro buenas razones.
La obra era una reacción artística a aquella notoria tragedia
cuando, un par de años antes, dieciocho mexicanos murieron en
un vagón de ferrocarril mientras intentaban cruzar la frontera a los
Estados Unidos. Era también una expresión del sentido público de
frustración e indignación ante las condiciones económicas que habían
provocado viajes tan desesperados, y ante la falta de acción política
para enfrentarse al asunto. La obra tenía, además, una evidente
cualidad trascendente que la elevaba por encima de las circunstancias
específicas, e invitaba a la contemplación de temas universales.
Y no menos importante, era una obra teatral extraordinariamente
innovadora, hermosa e impactante, escrita por un autor joven que no
era de la capital, sino de Jalisco. Veinticinco años después, El viaje de
los cantores ha establecido su reputación como una de las más exitosas
obras mexicanas de los tiempos modernos, representada no solamente
en versiones escénicas, sino también radiofónicas y operísticas, y no solamente en los teatros de la capital y las provincias de México, sino
por muchas partes del mundo, como España, Francia, Holanda,
Alemania, Venezuela, Estados Unidos, Bielorrusia y la República de
Corea...