Resumen:
La Compañía de Jesús, al igual que las otras órdenes religiosas que estuvieron
en el territorio que hoy es México, desde el siglo XVI heredó un valioso
patrimonio artístico. Los edificios de los jesuitas –templos, capillas, haciendas,
colegios y misiones– se distinguieron por un especial cuidado en la ubicación,
los elementos decorativos, el uso y las características constructivas.
Asimismo, es destacable el mobiliario y las obras artísticas que poseyeron:
cuadros, esculturas, libros, muebles, retablos, artículos litúrgicos, entre
otros. No debe considerarse una tarea menor conservar, explicar, entender
y estudiar este importante legado (por el contrario, se trata de un elemento
cardinal dentro de la historiografía del arte mexicano, pues la Compañía
de Jesús se distinguió por su mecenazgo y la posesión de un acervo artístico
sobresaliente).
En 1537, Ignacio de Loyola y sus primeros diez compañeros se encaminaron
a Venecia con la firme convicción de embarcarse rumbo a Palestina para
predicar su fe entre los musulmanes. Sin embargo, la guerra entre turcos y
venecianos frustró sus planes y tuvieron que quedarse en Italia. Desde el siglo
XVI, la prédica del Evangelio entre los infieles y las personas comunes resultó
primordial entre las tareas de la recién fundada Compañía Jesús. Así, en 1541,
por órdenes del propio fundador, Francisco Javier encabezó la primera misión
jesuita con rumbo a la India. De esta forma nació una de las tradiciones
misioneras más fructíferas de la iglesia católica, la cual sintió la necesidad de extenderse por prácticamente todos los rumbos del orbe. Simultáneamente,
los reinos ibéricos ocupaban territorios en Asia, África y el Nuevo Mundo.