Descripción:
A pesar de que la corrupción sigue un camino paralelo a la historia de la
humanidad, es esperanzador saber que ya desde las antiguas civilizaciones,
tanto en Occidente como en Oriente, se encuentran repetidas expresiones
de aversión y censura hacia ella, es decir, las prácticas corruptas y la falta de
honradez han sido objeto de recriminación en todas las culturas; también en todas
ellas ha existido el interés por desarrollar y preparar todo un conjunto de dispositivos
institucionales para atajarla o minimizar su alcance.
Una medida viable para establecer un dique a la corrupción es identificar y
desarrollar instrumentos que permitan construir un “marco ético institucional” que
llegue a políticos y funcionarios. Para gobernar y gobernar bien, es necesaria la
máxima capacidad, lealtad y excelencia de quienes deliberan y ocupan los cargos
en el Estado. Personas que, además, posean integridad acompañada de un conjunto
de “valores” hechos principios, una filosofía que contenga la idea de bien
común así como un espíritu de servicio. Personas que comprendan que “el deber
está por encima del poder”.