Resumen:
Desde el surgimiento de la enfermería moderna en Iberoamérica, ocurrido en los inicios del siglo pasado, ha venido cobrando importancia la formación de las nuevas generaciones de profesionistas, con esto nos referimos a la educación institucional; primero en los hospitales, posteriormente bajo el cobijo de las escuelas y facultades de medicina y finalmente en las escuelas y facultades de enfermería, principalmente dependientes de universidades públicas (Cárdenas, 2005: 120-129).
En ese largo camino, se ha buscado el equilibrio o la congruencia entre los perfiles académico y laboral, esto es, que la formación de los egresados sea acorde con su desempeño profesional en el mercado laboral. Esto ha significado revisar de manera permanente los conocimientos, métodos, técnicas y estrategias de enseñanza y aprendizaje de las nuevas generaciones de enfermeras y enfermeros, manteniendo una vinculación permanente entre la docencia y la asistencia.
En la actualidad, la formación de profesionistas en enfermería que respondan de manera eficiente, oportuna, asertiva y humanística a las demandas del cuidado de la vida y al mantenimiento y/o restablecimiento de la salud de una persona no es tarea fácil, toda vez que existe un alto nivel de complejidad en los procesos de vida-salud, salud-enfermedad y vida-muerte; donde el cuidado formal que brinda este profesional implica el establecimiento de un vínculo entre dos seres –el cuidado y el cuidador-, a lo largo del ciclo vital, orientado a la promoción, protección, recuperación y rehabilitación de la salud, así como a atender la enfermedad, para contribuir al desarrollo de una vida digna y plena, o en su caso, ayudar a bien morir.
Descripción:
La exigencia de un esfuerzo de reflexividad se constituye como punto de partida indispensable para el diseño de estrategias y metodologías que guíen el desarrollo profesional, académico y de investigación (Pacheco, 2009: 40). Es necesario explorar los factores que influyen en el distanciamiento entre profesores y alumnos, así como las limitaciones que presentan las actuales prácticas de enseñanza-aprendizaje, en las cuales predomina la acumulación de información por sobre el ánimo de promover una verdadera capacidad de pensar. En función de este distanciamiento crítico, profesores y alumnos enfrentarían el desafío de actualizar de manera permanente las estrategias epistemológicas, pedagógicas y didácticas que les permitan enseñar y aprender la capacidad de pensar y de razonar como tareas fundamentales de la formación.
El despliegue de estrategias de tipo reflexivo apunta de manera preliminar a remover las inercias arraigadas y anquilosadas en el medio escolar y académico, para posteriormente valorar el peso histórico del conocimiento producido, así como su potencial heurístico.