Resumen:
La preocupación por la contaminación ambiental ha dado como resultado, la introducción de tecnologías limpias en los procesos industriales que ha logrado disminuir las descargas de sustancias contaminantes al ambiente. Sin embargo, en la mayoría de las empresas todavía se generan aguas residuales con concentraciones de sustancias contaminantes de consideración (Reyes et al., 2006) como es el caso de los metales pesados. Entre sus variadas fuentes de contaminación, se incluyen los procesos de manufactura, actividades metalmecánica, refinación, fertilización agrícola, tratamiento de aguas residuales entre otras (Schneegurt et al., 2001), productos elaborados potencialmente con microestructuras metálicas tales como; sensores, microchips, tecnologías médicas (Himendra et al., 2010). Un ejemplo de esta contaminación, es la contaminación del agua por sustancias químicas como compuestos orgánicos e inorgánicos (Busetti et al., 2005), metales pesados o metaloides (Robinson-Lora y Brennan, 2009), cuya peligrosidad es mayor ya que no son biodegradables (Heyden y New, 2004), y que una vez emitidos pueden permanecer en el ambiente por cientos de años. Estos metales tóxicos en el ambiente acuático causan severos daños a la vida acuática, además de que eliminan microorganismos durante los tratamientos biológicos de aguas residuales, lo que ocasiona que el proceso de purificación decaiga (Hussein et al., 2004).