Resumen:
La contaminación de agua ocasionada por sustancias orgánicas e inorgánicas ha dejado de ser un problema ambiental para convertirse en una severa amenaza a la salud pública. Los fenoles y algunos de sus derivados, en especial el 4-clorofenol (4CP), son contaminantes refractarios que tienen omnipresencia en el ambiente debido a su amplio uso en diversas actividades industriales: agricultura, petroquímica y procesos de manufactura, por mencionar algunas. El 4CP se le conoce por ser un disruptor endócrino capaz de alterar el sistema hormonal tanto de humanos como de animales, además, se considera tóxico a bajas concentraciones. La Unión Europea establece que las concentraciones máximas en agua potable de fenoles y de algún compuesto fenólico en particular deben estar por debajo de los 0.5 y 0.1 μg/L, respectivamente (Rodrı́guez, Llompart e Cela, 2000). Algunos métodos tradicionales de tratamiento de aguas residuales como la precipitación química, adsorción por carbón activado e intercambio iónico, han sido efectivos en la remoción de clorofenoles, sin embargo, estos procesos solo transfieren a los contaminantes de un medio a otro provocando la necesidad de un tratamiento posterior, o un plan de confinamiento de los residuos. Los métodos biológicos son otra alternativa interesante debido a su bajo costo y elevada disponibilidad de cultivos aerobios, sin embargo, la toxicidad de los clorofenoles y la de sus intermedios restringe la capacidad de los microrganismos, provocando que estas técnicas adquieran limitaciones serias para la completa mineralización de químicos tóxicos no-biodegradables (Goel et al., 2010).