Resumen:
En general, los estudiosos de la corrupción señalan que esta es un problema; demuestran con cifras y datos que el fenómeno va en aumento, pero no van más allá, no indican cómo resolver o, al menos, detener el problema. Solo una mente aguda puede llegar a comprender que el problema de la corrupción se vincula directamente con el comportamiento humano. De ello se concluye que son los valores y principios que cada individuo posee los que le harán ser o no corrupto. Y la disciplina que estudia los vicios y virtudes del ser humano es la ética. Los primeros en estudiar la ética fueron los filósofos de la antigua Grecia, seis siglos antes de Cristo. Estos pensadores planteaban y se planteaban preguntas, entrando así al mundo de las ideas en el que la razón comenzó a cobrar una importancia vital. Uno de los grandes pensadores, que además fue el primero en sistematizar los conocimientos éticos en diferentes tratados, fue Aristóteles. Para este filósofo, nacido en la ciudad de Estagira en el año 384 a. c., la ética no estaba separada de la política. Ambas disciplinas forman una dualidad que da sentido y equilibrio a un buen gobierno. Sin embargo, cuando la ética se ausenta de la política, los antivalores y las prácticas corruptas aparecen de inmediato. De esta manera, la ética se coloca como la antítesis de la corrupción, es la otra cara de la moneda.