Resumen:
Para comprender la economía de la cultura es importante ubicar las culturas populares en el medio que les implica. Se deben analizar las diferencias históricas que asocian lo local y tradicional de lo popular con productos desarrollados en la industrialización y masificación del campo simbólico (García Canclini, 2007). Es desde el siglo XIX que se pretende rescatar las tradiciones populares por folcloristas y antropólogos con fines de consagrar la identidad como un campo de actividad intelectual bastante amplio. No obstante, este término suele modificarse en sus alcances por las formas contemporáneas de agregación de actividades y productos cada vez más diversos, resultado especialmente del avance tecnológico en las comunicaciones audiovisuales. Es de observar que la producción de los artículos tradicionales bajo esquemas identitarios locales rompe con las ideas de globalización que sugieren la masificación de los bienes en todos los campos, es decir, si bien ésta promueve la información o comunicación en altas densidades de población mediante sistemas hipertecnificados, es claro que estas informaciones no llegan necesariamente a todos los lugares ni a todas las personas. Por su parte, el papel del diseño dentro del desarrollo de las empresas, productos y servicios como bienes de consumo se ha vuelto indispensable no sólo en el desarrollo de la marca y el objeto producido, sino también en la imbricación de sistemas relacionados con la operatividad y procedimientos de circulación de tales bienes, sean del orden de productos industriales, imágenes virtuales, artesanías y obras de arte. Entonces, esta gestión de diseño se puede definir como el proceso de administrar, promover y actuar toda clase de asuntos relacionados con dichos órdenes en el ámbito privado o público con fines económicos, simbólicos, e incluso de notoriedad social. Bajo esta óptica, el diseño como estrategia de la gestión cultural se observa como una valiosa herramienta para el valor agregado estableciendo una nueva relación intrínseca entre el objeto y el consumidor. Es decir, el diseño revalora al servicio, lo que precipita la aprehensión concomitante de éste por parte del consumidor y lo vuelve más valioso, particularmente por su estimación y valor simbólico. Así, en tanto que somos en la medida en que nos perciben los demás, percibimos los valores sociales como la moral y la ética, como comportamientos que los seres humanos adoptamos de nuestro entorno. En términos de arte, aquello que se adquiere es por lo que le provoca, es decir, existe un vínculo identitario entre el sujeto y el objeto. Es bajo esta perspectiva que se escribe el presente capítulo: fundamentos teóricos en la Gestión Cultural, a partir de la cerámica artística utilitaria y decorativa como fundamento a una estrategia de diseño.
Descripción:
Dice Morales (1999), cuando la teoría ha sido asimilada, debe ser empleada para que tenga una razón de ser y de existir, si no se aplica la teoría a la acción o práctica no cumple su objetivo real y se queda en el papel. Esta es la visión del diseño estratégico, el uso herramental de las formas teóricas metodológicas para la generación de proyectos integrales. La teoría exige ser reveladora, que se pueda apreciar de manera panorámica: “visión desde la altura a vista de pájaro”, y nuestra perspectiva debe de ser amplia para que nuestros objetivos sean lo más claros posibles y así poder reaccionar de la manera más adecuada. La arquitectura al igual que las artes plásticas como la pintura, escultura, entre otros, no pertenecen al mundo de lo dado, lo concluido; las artes, incluyendo la arquitectura son más bien de hacer, por lo tanto es importante establecer cuáles fueron los procedimientos y condiciones para realizar acciones especializadas. Una obra artística es un universo construido en partes que representan algo en conjunto ya sea la arquitectura u obra plástica –tal como la escultura y la cerámica–, estas dos manejan características similares en la composición, la escala, la simetría, la estética, la técnica, entre otras. La cultura –o las manifestaciones estéticas como su producto–, permite descomponer la realidad simbólica y utilitaria no sólo con el objeto de estudiarla, sino también de recrearla para que sirva para el propósito de la autogeneración como sistema. Bajo esta óptima, cuando el ser humano se enfrenta a lo desconocido, le teme, pero ha aprendido a fraccionarlo para conocerlo por partes. El hombre aprende a conocer separando y gana batallas dividiendo. Así afrontaremos nuestro proyecto de gestión cultural como diseño estratégico dividiendo en pasos para llegar a nuestro objetivo, reto por el contexto y país en el que vivimos donde no es un producto de primera necesidad y donde no hay la cultura ni los recursos para el consumo de arte, la gente que lo consume tiene cierto nivel intelectual y económico o extranjeros que visitan nuestro país. El hombre hace la arquitectura según la manera y el gusto de la persona que la habita, en cuestión del objeto de arte depende de la cultura y el contexto del individuo. Por lo anterior, el arte debe ser realizado experimentando la vida bajo supuestos teóricos de una realidad creada por nuestro mismo contexto para el vivir bien y para el bien hacer.