Resumen:
La palabra “literatura” es una palabra peligrosa, en la que se encierra un prejuicio. De igual manera que el defecto de la antigua gramática era partir de las letras y no de los sonidos, así también el defecto tradicional de la historia de la literatura es pensar, en primer término, en los monumentos escritos de un pueblo y no en sus monumentos hablados, es decir, partir de una época en que la obra artística de un idioma es gozada sólo por el lector. Ahora bien, justamente en las partes más valiosas de la literatura griega, es preciso apartar todo lo posible del pensamiento la idea del escribir y del leer; no en el sentido de que a aquellas épocas les haya faltado la escritura, sino en el sentido de que ésta servía sólo al artista que se presentaba ante el público como recitador o rapsoda (Nietzsche, 1963: 278).
Descripción:
Al estudiar las formas originarias de la literatura, éstas nos parecen relevantes, porque en ellas se encuentran las claves para entender la implicatividad entre lenguaje y la música; pero también entre la música y lo sagrado. En el presente estudio me limitaré a analizar una de estas formas: la que tiene que ver con los cultos de la Grecia antigua.