Resumen:
El envejecimiento poblacional es uno de los elementos que han caracterizado al siglo
XXI, de acuerdo a datos publicados por el Banco Mundial (2016) para 2015 8.27 por
ciento de la población total tenía 65 años de edad o más, cifra que para finales del año
1960 tan solo era de 4.99 por ciento. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2015), estima que para 2050 la proporción de adultos mayores alcance el 22 por
ciento de la población total.
Ante los inminentes cambios demográficos en el mundo, es preciso reconocer que, el
incremento del número de habitantes longevos conlleva repercusiones importantes en
aspectos que comprenden temas sociales, culturales, económicos, entre otros. Dichos
efectos deberán ser atendidos desde una concepción realista de las necesidades
específicas de este grupo etario, el cual desafortunadamente se ha distinguido por
mantener un fuerte vínculo a los diferentes tipos de riesgos (carencia de seguridad
económica, limitado acceso a atención médica, reducción del mercado laboral).
En este contexto, resalta como una de las exigencias más urgentes la seguridad en el
ingreso. Dicha seguridad se encuentra claramente afectada por la reducida cobertura
de los sistemas de pensiones; en América Latina y el Caribe se estima que poco más
de cuatro de cada diez adultos mayores disfruta de una pensión y para el año 2050
entre 47 y 60 por ciento no podrá acceder a una renta fija (Bosch, 2013), en el caso de
México, esta cifra es igualmente baja, pues únicamente 23 por ciento de la población de
65 años o más goza de una pensión y, particularmente en el Estado de México cerca de
80 por ciento no cuenta con un ingreso mensual fijo derivado de una pensión (Villegas y
Montoya, 2014).