Resumen:
El movimiento de personas dentro de sus propias naciones y a través de sus fronteras, ha sido un elemento constante en la historia de la humanidad y difícilmente podría explicarse ésta sin los desplazamientos geográficos de la población. Por eso se afirma, a menudo, que la migración es tan antigua como la humanidad misma. Sin embargo, los grandes flujos migratorios de la época son mucho más complejos que aquellos que se realizaban en épocas remotas para buscar alimentos o agua, encontrar mejores condiciones climáticas, solucionar asuntos religiosos, escapar de los conflictos bélicos o para poblar nuevas naciones. Los migrantes internacionales (que son aquellos que cambian su país de residencia habitual por otro), buscan actualmente oportunidades que no encuentran en sus países de origen, tales como un mejor empleo y mayormente remunerado, mejor educación o elevar su calidad de vida e incrementar su capacidad económica, y una de las manifestaciones más notables de esta búsqueda es, precisamente, la intensificación de los flujos migratorios entre países, regiones, y continentes los cuales juegan hoy un papel muy importante en las transformaciones sociales del mundo y en las mutaciones de los propios actores involucrados (CEDRSSA, 2015). Al respecto, el Secretario General de las Naciones Unidas lo ha expresado de manera categórica:” en 2013, casi todos los países se ven afectados por la migración. Ninguna sociedad puede evaluar su futuro sin tener en cuenta los efectos de la movilidad humana” (Naciones Unidas. Asamblea General, Informe del Secretario General: Migración internacional y desarrollo, A/68/190). En efecto, en los últimos 30 años la población migrante a escala internacional se ha triplicado llegando a 232 millones y el tema migratorio ha sido incorporado de manera decidida en las tareas de los organismos internacionales y en las políticas públicas de un sinnúmero de naciones, incluido México (CEDRSSA, 2015).