Resumen:
Habermas es quizás el filósofo vivo más influyente en la actualidad y eso me motivó para intentar un acercamiento a su obra. Sin embargo, el presente trabajo de tesis no posee ni la profundidad ni la sistematicidad que, en un principio, deseaba alcanzar. Es decir, es el resultado de una investigación parcial, tanto porque aborda sólo un aspecto de su amplísima obra (aquella que se refiere a la ética), tanto como porque es un pretexto para reflexionar en torno a un planteamiento, dentro de su propuesta ética, que resulta problemático, a saber: su pretensión de proporcionar un fundamento universal a la ética del discurso. Sabido es que dicha ética pretende, en efecto, estar fundamentada en un criterio universal que está en condiciones de superar o erradicar la dominación en sus diversas manifestaciones. Como se sabe, esta propuesta está enmarcada dentro de una teoría social que tiene pretensiones críticas y por ello he denominado a la presente investigación “La ética hegeliana en la Teoría Crítica de Jürgen Habermas”. Cabe señalar que no pretendo demostrar la presencia de los planteamientos éticos de Hegel dentro de la propuesta habermasiana, asunto sumamente sencillo y superfluo, puesto que cualquiera que revise, incluso superficialmente, los textos de Habermas puede notarlo sin necesidad de un análisis detallado. Más bien, deseo someter a examen la pretensión de universalidad y la fundamentación que ofrece Habermas de esta ética del discurso. Sin duda, la ética habermasiana tiene muchos aspectos rescatables, entre los cuales está la consideración según la cual una acción no puede considerarse ética si no tiende a la emancipación o, para formularlo en términos un tanto distintos, aquella acción que tenga como trasfondo la dominación carece de moralidad. Sin embargo, esto no lo cuestiono, a pesar de que forma parte de este desarrollo teórico. Es claro que, siendo heredero de la tradición filosófica germana que se remonta a Kant, este es un aspecto constante, tanto en la obra habermasiana como en las obras de aquellos que le preceden. Este interés emancipatorio, a mi juicio, anima toda su obra, aunque en ocasiones los intérpretes han puesto mayor énfasis en el aspecto hermenéutico, es decir, metodológico de ella; e, inclusive, considero que el aspecto metodológico está subordinado a la emancipación. Esto es perceptible desde sus obras primerizas: la preocupación por la metodología tiene como pretexto la emancipación; si la racionalidad, entendida parcial y primariamente como conocimiento, tiene que modificar sus cánones, es porque se pretende, con tal conocimiento, llegar a una racionalización, entendida ahora como humanización, mayor. De ahí que busque fundar una teoría del conocimiento como teoría de la sociedad, las líneas directrices de tal teoría aparecen perfiladas en la obra que lleva por título Teoría y praxis, y que está dedicada a vincular los dos ámbitos (el cognitivo y el social), a fin de que la teoría sirva para transformar la sociedad. Estos dos ámbitos, como los he denominado aquí, en realidad están íntimamente imbricados en la obra de Habermas. Pero lo que deseo destacar no es el hecho de que estén imbricados, sino que tal imbricación genera un problema. Tal problema radica en que, aun cuando Habermas asevera que fundamenta la ética del discurso en el diálogo y que tal diálogo está implícito en la formación de la conciencia moral, sus aseveraciones parecen no incluir el proceso histórico o incluirlo sólo como un concepto, dado que el principio de universalidad (principio U), además de ser sólo formal, lo coloca a resguardo de las condiciones reales o efectivas en las que el diálogo se da (o, peor aún, no se da). Habermas asume que al adquirir ciertos conocimientos (el lenguaje) y tener ciertos procesos cognitivos (inferencias lógicas y argumentaciones, así como pretensiones de verdad para los juicios que el sujeto realiza), le proporcionan al sujeto los suficientes elementos para formar una conciencia moral. En esta propuesta, si bien no se advierte una falacia etnocentrista, es posible que incurra en una falacia naturalista. Según creo poder mostrar, Habermas incurre en esta falacia, en la medida que, en el fondo de su argumento, está presuponiendo que al adquirir el lenguaje se adquiere “naturalmente” la conciencia moral y no considera las condiciones en las que efectivamente se forma (o no se forma) tal conciencia.