Resumen:
En los últimos años ha existido una disminución de las enfermedades infectocontagiosas en México, debido a que éstas pueden ser tratadas médicamente y realizar acciones preventivas encaminadas a la protección específica de la población; el panorama epidemiológico ha cambiado y las principales causas de mortalidad son ocupadas por las enfermedades crónico-degenerativas. Esta transición epidemiológica ha alentado el desarrollo de investigaciones que relacionan comportamiento y la aparición de enfermedad y se ha establecido que las cifras de morbilidad y mortalidad de algunas enfermedades tienen relación con el estilo de vida (Frenk, Lozano y Bobadilla, 1991; García et al., 2009). Desde edades tempranas existen segmentos de la población que se encuentran en riesgo para la salud, por lo que las acciones preventivas encaminadas a buscar alternativas de estilo de vida saludable se tornan de capital importancia. La Encuesta Nacional de Salud 2012 mostró que cerca de 8% de los adultos mayores de 20 años sufren de diabetes tipo 2 y aproximadamente 30%, de hipertensión arterial. La prevalencia de dislipidemia es cercana a 30% y además señala que siete de cada diez personas adultas presentan sobrepeso y obesidad (Gutiérrez et al., 2012). Aunado a ello, el consumo de tabaco y el ingerir alcohol en cantidades excesivas son dos comportamientos no saludables que pueden favorecer la aparición y el desarrollo tanto de la diabetes como de la hipertensión, de allí la importancia de incidir en esta área de trabajo a través de acciones preventivas que posibiliten el mantenimiento de estilos de vida saludables tanto a nivel individual como grupal.