Resumen:
Levinas, al estar inmerso en el doloroso siglo XX, caracterizado por las dos grandes guerras mundiales, piensa su tiempo, piensa su espacio y propone paradigmas para seguir pensando las crisis que siguen quedando en pie al inicio del nuevo siglo, a saber, la crisis de valores y de sentido de la vida heredados del siglo de las grandes guerras. Por eso, las intenciones del filósofo judío apuntan a fundamentar una ética como filosofía primera. Por ética como filosofía primera entenderemos una filosofía que no está en contradicción con la ontología y que también es búsqueda de la verdad. El diferendo aquí consiste en que: “la relación ética, opuesta a la filosofía primera de la identificación de la libertad y el poder, no está contra la verdad, va hacía el ser en su exterioridad absoluta y cumple la intención misma que anima la marcha hacía la verdad”. Empero, la filosofía de Emmanuel Levinas, al igual que la de otros pensadores de su época, busca dar cuenta del sentido de la existencia. Sin embargo, desde aquí es necesario comenzar a apuntar que su postura filosófica se distingue del resto en la medida que se inscribe bajo la consigna de un “humanismo del otro hombre”, es decir, dar cuenta del sentido que tiene mi vida; siempre y cuando la justificación sea en virtud de la responsabilidad que tengo para con el Otro. Sólo de este modo la vida del yo adquiere sentido. Para fundamentar este pensamiento, Levinas se enfrenta a toda una tradición filosófica para quien la ontología ha sido la filosofía primera, de modo que la ética ha estado lejos de ocupar este lugar. En virtud de ello, el pensamiento de nuestro autor no se puede entender como un pensamiento que surge de la nada obviando la tradición filosófica, sino todo lo contrario. Su pensamiento presenta una reflexión filosófica que tiene su génesis en un problema de orden político, que a su vez, tiene su más hondas raíces en un problema de dimensiones ontológicas. La pregunta que guía nuestra investigación apunta a sostener que esa pretensión de nuestro autor, cuyo objetivo principal busca hacer de la ética la filosofía primera -y cuya motivación fue la tarea de toda su vida-, se puede sostener sólo en la media que hagamos una filosofía de otro modo. Sin embargo, lo importante viene una vez que entendemos que la filosofía es un discurso que se elabora desde un sujeto concreto para dirigirlo a otro sujeto concreto, es decir, se trata de un Yo que habla a un Otro, solo que aquí se trata de un Yo y Otro, ambos de carne y hueso. Por tal motivo, podemos plantearnos la pregunta en los siguientes términos: ¿cómo es posible establecer como filosofía primera a la ética desde una noción de subjetividad meramente occidental que instaura el primado del yo, al cual, la exterioridad –o lo otro- queda subordinado.