Resumen:
Con el proceso de expansión social, se asumió que el ambiente ofrecía todos los recursos necesarios, y que el ser humano debía controlarla y manipularla, provocando un rompimiento en el paradigma vigente, marcando así el paso del mundo mítico al universo racional y al mundo clásico, surgiendo y consolidando el racional empirista. A partir de ello, se desarrollaron diferentes concepciones y múltiples interpretaciones sobre la importancia y papel del ambiente en la sociedad y en la propia economía, imponiéndose una visión utilitarista, quedando atrás los miedos ante el entorno, convirtiéndolo en una canasta de recursos que pueden ser extraídos y utilizados. Desde esta perspectiva, los componentes del medio fueron considerados como recursos con valor nominal directo e indirecto que influyen en el bienestar social y económico de los territorios. La conceptualización del desarrollo en esta transición paradigmática ha sido correlato de la modernidad, pues los supuestos epistemológicos dominantes impedían aprehender la realidad social en su complejidad, por lo que el desarrollo devino en sinónimo de crecimiento económico al cual podía accederse de manera lineal desde la sociedad tradicional agrícola a la sociedad industrial, subestimando los factores sociales, políticos, culturales e históricos involucrados estructuralmente en dicho desarrollo. Todo ello asociado a un particular modo de interacción del hombre con la naturaleza y consigo mismo, emanado del comentado discurrir de la civilización occidental que abrió los horizontes del capitalismo, la ciencia, la técnica y la conducta humana individual y social. La incorporación del ambiente a la concepción del desarrollo es visto no sólo como un proceso histórico, de carácter continuo e integral, sino como un entorno de igualdad de oportunidades y justicia que permite una plena valorización de la dignidad humana, esto es, un proceso de cambio dirigido al logro de los objetivos específicos cuya dirección y velocidad constituyen puntos de controversia en los planos económico, político, social, ambiental, tecnológico y territorial, asociado a procesos y cuestiones de crecimiento de la producción, el progreso técnico, la distribución del poder, del ingreso, de oportunidades individuales y colectivas; la preservación de los recursos y del medio ambiente en general, así como de la organización territorial de la sociedad, donde está implícito la imagen del futuro deseado, en el que generalmente predomina la visión de bienestar y justicia social. El punto de partida de lo que ahora se concibe como desarrollo sustentable fue el medio humano, donde se integraron los aspectos económicos y sociales con la dimensión ambiental, ya que es una forma de explicar el funcionamiento de los mercados, el crecimiento económico y el desarrollo de la sociedad. Con esta relación tripartida, se empezó a teorizar al ambiente, explicando su importancia e influencia en los niveles de progreso económico. El desarrollo sustentable, busca minimizar los efectos y externalidades negativas hacia los recursos de los cuales se nutre, interesándose al contrario en proteger su entorno ecológico, económico y social, ya que la sustentabilidad no es simplemente un asunto del ambiente, de justicia y de desarrollo, sino más bien de la gente y de sobrevivencia como individuos y culturas, por ello debe verse no sólo como un paradigma contemporáneo sino un objetivo alcanzable en el tiempo en las diferentes escalas territoriales. En esta contribución se enfatiza la concepción e importancia que algunas doctrinas económicas le atribuyeron al ambiente, no sólo como factor determinante de los ritmos de crecimiento y desarrollo humano, sino como generador de recientes paradigmas teóricos como el desarrollo sustentable. La gran diversidad de las posturas teóricas, a pesar de mostrar algunas discrepancias interpretativas, hay coincidencias en la importancia del ambiente para determinar el desenvolvimiento del entorno.