Resumen:
Un elemento indiscutible de la competitividad de un país es la infraestructura con que
cuente, pues constituye un elemento facilitador de ésta, haciendo posibles
transacciones dentro de un espacio geográfico determinado y también con el exterior.
En consecuencia, tal infraestructura se convierte en un elemento que aumenta la
competitividad de los países y de sus mercados, así como el acoplamiento de las
economías nacionales con el resto del mundo, al hacer posible la materialización de los
flujos comerciales. Más aún, una adecuada disponibilidad de obras de infraestructura,
así como la prestación eficiente de servicios conexos, favorecen el desarrollo de
ventajas competitivas tanto nacionales como regionales, así como un mayor grado de
especialización productiva (Perez Salas, 2010).