Resumen:
El objetivo del presente texto es analizar la incidencia espacial y temporal de la epidemia novohispana más grave del siglo XVIII, la epidemia de tifo de 1737, medida por el número de defunciones provocadas, según las localidades, al interior del territorio parroquial de Zinacantepec. La gravedad de la epidemia ha dejado una huella espiritual que perdura hasta hoy: la festividad más grande del pueblo de Zinacantepec no es la fiesta del santo patrono titular, San Miguel, en septiembre, sino la fiesta de la Virgen del Rayo a quien los parroquianos del siglo XVIII se encomendaron para ver el fin del azote que les hizo enterrar a cerca de la tercera parte del total de la población. Ocupados con los entierros desde mayo hasta septiembre, no pudieron preparar la fiesta de San Miguel; ya en octubre–noviembre no tuvieron que ir diario al panteón y pareció que la virgen solicitaba su fiesta especial, que celebraron agradecidos el 3 de diciembre. Esta huella de una epidemia en la tradición religiosa de un pueblo nos habla de su importancia y nos lleva a tomarla como ejemplo para construir la ruta de propagación en la parroquia.