Resumen:
El presente artículo es un estudio basado en la subjetividad como corriente teórica, donde se aborda la historia de vida de Ashlie –una niña hondureña de diez años, moradora de un albergue para personas migrantes ubicado en Zinacantepec, Estado de México–, en lo referente al análisis del interés superior de los niños, niñas y adolescentes migrantes centroamericanos no acompañados que transitan por México. La historia de vida, como técnica metodológica cualitativa, es susceptible de captar la dialéctica entre lo singular y lo universal por medio del estudio de una experiencia humana concreta y su acontecer socio-histórico; por lo que representa gran utilidad para la ciencia jurídica. Es así que, la historia de vida aquí presentada destaca, por una parte, la visión de la protagonista a través de su realidad social; y por otra, el corpus iuris del derecho internacional de los derechos humanos en las materias de infancia y migración.
Descripción:
No todas las interrogantes a las que se les pretende dar respuesta en esta área del conocimiento son susceptibles de encajar en categorías observables y cuantificables, pues es imposible controlar las condiciones del escenario en el que se desenvuelven los fenómenos de esta naturaleza, e incluso controlarlo podría resultar ser contraproducente si las personas que constituyen el sujeto de estudio, al sentirse observadas, actúan de forma diferente a la que en realidad harían, y por supuesto, las conclusiones a las que llegaría el investigador estarían fuertemente influenciadas por su presencia. La subjetividad en las ciencias sociales no debe ser entendida como una arbitrariedad dispuesta circunstancialmente; en realidad, ésta representa el significado que una persona le atribuye a su propia experiencia. Más allá que un estudio sociológico positivista que encontrara patrones sobre el comportamiento concreto de los grupos humanos, la sociología interpretativa posee inquietudes profundas, pues se pregunta el porqué de ese comportamiento. A través de la historia de vida se busca que el investigador sea observador y participante, pues es quien describirá y explorará la forma en la que se desarrolla la vida de una persona o grupo de ellas, con la finalidad de llegar a conclusiones universales. Para el etnógrafo, el mayor beneficio que reporta este tipo de trabajo es el mejor y mayor entendimiento de la conducta del sujeto de estudio, así como de los valores que él mismo le asigna; algo que en definitiva, otros métodos y técnicas investigativas no podrían logar. Existe una necesidad de privilegiar el aspecto empírico del sujeto de estudio sobre lo cuantificable, es decir, para estudiar el fenómeno migratorio, debe estudiarse al migrante. El mero análisis de las estructuras que buscan determinar su actuar (políticas públicas, instrumentos jurídicos, barreras geográficas, entre otros) resulta ser insuficienteal momento de evaluar la realidad social de los sujetos y del fenómeno del que forman parte. El sesgo informativo causado por la ausencia de datos oficiales precisos ha traído como efecto la visibilización de la niñez y adolescencia migrante en una escala muy reducida a través del tratamiento mediático de historias particulares, sacudiendo a la memoria colectiva internacional en contadas ocasiones. Del estudio de estos mecanismos podría concluirse que, en efecto, los Estados han logrado avances legislativos e institucionales en materia de migración irregular e infancia; sin embargo, el sujeto no puede verse con los mismos ojos que el Estado. El NNA migrante, escapa de las características que la estructura estatal desea atribuirle o incluso, imponerle. Por un lado, el discurso y los instrumentos jurídicos de derechos humanos han concretado el principio del interés superior de la infancia, así como consideraciones particulares relativas a la persona migrante; y por otro, no se ha reparado en elementos vivenciales específicos indispensables para su visibilización como sector. El interés superior del niño, en tanto derecho sustantivo, pauta interpretativa y norma procedimental, va más allá de la literalidad que ofrecen los textos legales en las situaciones que involucren a NNA, y funge como una guía a la que deben atender los Estados; sin embargo, este y otros dispositivos -como la Convención sobre los Derechos del Niño, el cual es un intento de homologación de diversas tradiciones jurídicas en lo esencial- ofrecen parámetros y características ajenas a la realidad social de los NNA migrantes. Así, pasa de ser una persona con motivaciones, aspiraciones y deseos, a ser un sujeto lineal jurídica y demográficamente determinado. Derivado de los vicios interpretativos que surgieron como consecuencia al arraigado positivismo jurídico en México, fue necesaria la inclusión del principio del interés superior de la niñez en el artículo 4º de la Constitución Federal; no obstante, su carácter de principio demanda la definición de su contenido y límites en el caso concreto. Es preciso asimilar que los NNA migrantes se encuentra en una situación de vulnerabilidad, tanto por las condiciones adversas en las que se halla en relación con las personas adultas, como por los estigmas sociales de los que los migrantes son objeto. De igual forma, otros factores como el género, origen nacional e incluso la apariencia, son empleados como argumentos a favor de tratos desiguales y perjudiciales: La calidad de NNA recrudece con la inequidad y criminalización que implica la calidad migratoria irregular. Los contextos de violencia, pobreza extrema e inseguridad se encuentran relacionados directamente con los índices de los procesos migratorios, tal como sucede con los países que conforman el Triángulo del Norte donde estas circunstancias son los principales actores de esta dinámica social. Ahí, la violencia que experimentan los NNA es doble: por parte del crimen organizado y dentro del seno doméstico. Esta, junto con la reunificación familiar, representa los móviles más recurrentes para la movilidad humana infantil. Específicamente, la niñez y la adolescencia han encontrado en la migración una alternativa a estas condiciones de vida, así como una cura a sus heridas familiares y sociales. En el caso del El Salvador y Honduras, la exclusión, la historia de violencia y la inutilidad del Estado para satisfacer las necesidades de seguridad y subsistencia más elementales de su población, son aspectos que además de incentivar la migración, imposibilitan la aplicación del principio del interés superior del niño bajo estas circunstancias e inclusive y favorecen el ingreso de NNA a grupos de crimen organizado. Empero, no todas las consecuencias de esta incapacidad del Estado para resolver las problemáticas de la vida migrante han sido penosas; la sociedad civil organizada ha encontrado el área de oportunidad para ofrecer soluciones puntuales a las dificultades del camino de los pequeños soñadores, afianzándose, a pesar de la insuficiencia de recursos, como actor político y agente de progreso. A la luz de este y otros estudios relacionados con el proceso migratorio de la infancia y adolescencia, es clara la ausencia de voluntad política de los aparatos estatales y la comunidad regional o internacional para resolver al menos las necesidades más apremiantes que aparecen en el trayecto de los NNA migrantes hacia su destino. La etnometodología y la historia de vida permiten percatarse de prácticas y hechos que la información estadística desconoce, observar rostros lacerados por la desventaja social, reparar en los peligros que asechan a los migrantes a cada uno de sus pasos, las formas de transporte, las estrategias que emplean, las trabas que deben superar para acceder a servicios médicos y para realizar las gestiones administrativas necesarias con la finalidad de garantizar su permanencia en el territorio de tránsito y las flaquezas de las instituciones que se suponen sus principales protectoras. En fin: se conocen los rostros y voces, las lágrimas y sudores de un futuro que, esperanzado, huye de su presente: la infancia migrante.