Resumen:
Desde la antropología, el estudio de la edad se ha considerado una de las bases de la
organización social (Gamboa y Quiñones, 2013). Uno de los puntos más importantes
para dicha aproximación es considerar que la edad también es una construcción
cultural, es decir, cada cultura determina el periodo en que se categorizará el
comportamiento de las y los individuos de cierta manera a lo largo de su historia de
vida. Cada cultura es distinta, por lo tanto, los periodos y pautas para organizar la
biografía de las personas cambian (San Román, 1989). Por eso, es importante señalar
que al hablar de vejez, hay que considerar tres significados en torno a la semantización
de la edad: en primer lugar, la edad cronológica refiere a la cantidad de años vividos; la
edad social se construye conforme a las reglas que indican el momento en que una
persona debe considerarse anciana; por último, la edad fisiológica se relaciona con el
envejecimiento psicológico. La edad también es un constructo social determinado por
cada cultura, por lo tanto, la vivencia del envejecimiento y la vejez no son hechos
naturales sino estadios prefabricados. De tal modo, como la vejez no es importante
para los fines prácticos de las sociedades modernas, ha sido una época invisibilizada
en el curso de la biografía de las personas; aún peor, si mujeres y hombres ancianos no
son vistos ni estudiados, las mujeres ancianas han sido todavía más olvidadas. Es
importante destacar que las y los ancianos son un ejemplo de cómo las construcciones
socioculturales giran en torno al hecho biológico y lo modifican (simbólicamente).