Resumen:
El cerebro humano es un conjunto de máquinas de cómputo diseñado para solucionar problemas adaptativos de manera sumamente especializada (Duchaine, Cosmides, & Toody, 2001). A partir de la década pasada ha aumentado el interés por estudiar la relación entre los cambios ocurridos durante la infancia y los generados en el cerebro, en particular durante el desarrollo postnatal, en un intento por comprender la conducta humana. Muchos de estos esfuerzos se han enfocado en el aspecto madurativo, asumiendo que, en la misma medida en que estructuras particulares del cerebro cambian, nuevas funciones sensoriales, motoras y cognitivas aparecen. De acuerdo con Johnson (2000) el desarrollo cerebral puede analizarse en términos de especialización diferencial de múltiples redes coactivas que participan interactivamente. Durante las semanas posteriores al nacimiento muchas de estas redes son inespecíficas, por lo que la experiencia aunada a la edad contribuye con el moldeamiento de redes más especializadas. Uno de los procesos cognitivos de gran importancia para el análisis selectivo de información es la “atención”, definida por Posner en 1994 como el incremento en el procesamiento de estímulos relevantes. La atención comienza a desarrollarse tempranamente en la etapa infantil, desde los primeros días de vida el lactante es capaz de responder selectivamente a estímulos del ambiente en forma rudimentaria. No obstante, debido a la dificultad que representa separar la atención de otros procesos cognitivos inherentes, la comprensión de la ontogenia del proceso ha representado todo un reto para los estudiosos del neurodesarrollo. Diversos autores se han aproximado a la compresión del desarrollo normal del proceso, sin embargo, el conocimiento sobre lo que ocurre en poblaciones de riesgo como la que representan los bebés prematuros ha sido poco explorada. Se estima que en México nacen alrededor de 200 mil bebés prematuros al año, de los cuales al menos un 20% estaría en riesgo de padecer algún tipo de daño neurológico de acuerdo con cifras reportadas internacionalmente. Una de las patologías frecuentemente descrita en la población prematura es la Leucomalacia Periventricular (LPV), definida por Volpe en 2009, como el daño de la sustancia blanca localizada en la zona adyacente a los ventrículos laterales, que frecuentemente va acompañado de alteraciones en la corteza cerebral y en la sustancia gris profunda. Esta patología diagnosticada típicamente a través de estudios de imagen está asociada con alteraciones funcionales de orden: sensorial, motor, conductual, socio-adaptativo y/o cognitivo; incluyendo el trastorno por déficit de atención. Dichas dificultades son detectadas con frecuencia en los años subsecuentes del desarrollo del niño, la mayoría de las veces en forma tardía. Es por esto, que el diseño y la implementación de estrategias de diagnóstico que permitan la detección oportuna de alteraciones en el neurodesarrollo, y la aplicación de programas de intervención temprana que promuevan la neurohabiltación de procesos cognitivos como “la atención”, resulta de suma importancia para intervenir oportunamente en las poblaciones de riesgo, aprovechando el periodo crítico de desarrollo que representan los dos primeros años de vida, caracterizados por una enorme plasticidad cerebral (Katona, 1999). El proyecto que a continuación se presenta forma parte de la línea de investigación enfocada al diagnóstico y tratamiento temprano del daño neurológico en lactantes con antecedentes de factores de riesgo, desarrollada en la Unidad de Investigación en Neurodesarrollo “Dr. Augusto Fernández Guardiola” perteneciente al Instituto de Neurobiología, UNAM Campus Juriquilla, y tiene como finalidad abordar el estudio del desarrollo de la atención en lactantes prematuros diagnosticados con LPV y atención deficiente expuestos a un Programa Temprano de Estimulación Cognitiva (PTEC) durante los primeros meses de vida, proponiendo como herramientas de medición métodos conductuales y electrofisiológicos.