Resumen:
Dada su ubicación geográfica, México es propenso a registrar eventos geológicos e
hidrometeorológicos que en muchas ocasiones causan efectos negativos sobre la
población y daños económicos en los diferentes sectores productivos (FAO, 2014).
Particularmente, las actividades del Sector Agropecuario son muy propensas a los
eventos naturales porque ponen en riesgo la productividad, rentabilidad y patrimonio de
los productores, y en casos extremos, la integridad física de los mismos.
Ante la situación anterior, los seguros juegan un papel importante al mitigar los efectos
financieros y coadyuvar en el uso y asignación óptima de los recursos; sin embargo, la
falta de cultura e información sobre éstos, así como de políticas públicas y privadas que
impulsen la oferta y demanda en el mercado, han propiciado que los productores
muestren poco interés sobre este servicio, el cual podría mitigar las pérdidas económicas
provocadas por siniestros (Arias, 2012).
De manera particular, el sector más desprotegido es el de bajos recursos que tienen por
objetivo desarrollar actividades agrícolas o ganaderas a pequeña escala, destinando la
producción para autoconsumo o, en el mejor de los casos, para la comercialización en
mercados locales en los cuales perciben bajos precios por concepto de venta de sus
productos. Aunado a esta situación, un aspecto importante que incide sobre la
contratación de seguros es el elevado costo que implica llegar a los pequeños
productores e impartirles capacitación para hacer frente a los riesgos y prevenirlos; no
obstante, de acuerdo con la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE),
en la medida que las aseguradoras cuente con mayor información sobre los riesgos que
enfrenta el Sector Agropecuario en el país ante inundaciones, sequías, heladas, etc.,
mayores serán las solicitudes para contratar algún tipo de seguro por parte de los
pequeños, medianos y grandes productores.