Resumen:
Se presenta un análisis sobre la educación que llevamos a cabo y la que deberíamos llevar con nuestros niños, partiendo de la propuesta de Jean Jacob Rousseau de volver a un estado de naturaleza en el que el hombre se basta a sí mismo gracias a que sabe identificar sus verdaderas necesidades; mujer y varón tienen el mismo objetivo pero no las mismas tareas por la propia naturaleza de su género; esta posibilidad que no puede darse de otra manera que mediante la educación, en la que se le instruirá desde su nacimiento para poder realizar cualquier actividad que necesite para vivir, no creando así ningún tipo de encadenamiento: El verdadero estudio nuestro es el de la humana condición. Aquel de nosotros que más bien sabe sobrellevar los bienes y males de esta vida, es a mi entender el más bien educado. (Rousseau, 2008: 17)
En el primer capítulo se define la educación, teniendo por esta: todas las enseñanzas que demos al infante desde que nace para proceder en su vida; y la libertad como el estado que el hombre alcanza en el que no necesita más de lo que tiene para vivir; en el segundo se habla de algunos rasgos de la educación del varón y en el tercero de algunos rasgos en la educación de la mujer, haciendo esta división debido a que cada uno tiene funciones propias que debe cumplir para seguir con el orden que la naturaleza les ha dado y de este modo exista un equilibrio.
La educación que se dé al infante busca formar varones y mujeres libres que sepan hacer frente a cualquier situación que la vida les presente sin tener la necesidad de encadenarse a nada ni nadie, de esta manera cuando decidan unirse su relación se basará en el apoyo mutuo y no en una lucha de poder, logrando así encaminar a su familia a la libertad y por tanto a la felicidad que es el objetivo de la humanidad:
Si pudiera al igual del hombre subir la mujer a los principios, y si tuviera el hombre como aquélla el espíritu de las menudas circunstancias, siempre independientes uno de otro, vivirían en discordia eterna y no podría subsistir su sociedad; mas, con la armonía que entre ellos reina, todo se encamina al fin común; no sabemos cuál pone más de lo suyo; sigue cada uno el impulso del otro; obedece cada cual y ambos son árbitros (Ibídem: 447).