Resumen:
A lo largo de la historia, las mujeres han sido relegadas del ámbito intelectual y demás rubros al ser consideradas, desde el pensamiento androcéntrico, como incapaces o inferiores, con base en supuestos atributos fisiológicos e intelectuales; mismos que tradicionalmente la posicionaron en lo que Tzvetan Todorov define como la Otredad, es decir, aquello que no pertenece a los valores hegemónicos con los que un individuo puede identificarse. Así, la Otredad significaría aquello que no es parte de sí, usualmente representado en las figuras del extranjero, el pagano o lo desconocido.
Siguiendo la misma línea, Simone de Beauvoir define tal concepto aterrizándolo en la figura femenina, argumentando que históricamente a las mujeres se les signa, a través de la diferencia sexual, como el Otro en relación con el referente masculino, quien goza de los privilegios y autoridad: el hombre, representa el absoluto; las mujeres, se definen a partir de ellos, pero no al contrario. Está categoría yace desde lo que Pierre Bourdieu denomina como habitus, o sea, el conjunto de prácticas inculcadas en los individuos por medio de la costumbre, arraigadas en estos por el entendido de que todo sujeto es una construcción social, misma que se erige en un contexto patriarcal.
En Balún Canán de Rosario Castellanos, dicha Otredad es visible en los personajes femeninos y masculinos en diferentes niveles; especialmente en “la niña”, narradora del texto en dos de las tres partes que conforman la obra, quien a través de la escritura encuentra una salida a tal posición sexista de ser Otro. En este sentido, la escritura representa una deconstrucción; es decir, un medio que altera su habitus, empoderándose en el mundo cultural y hasta en su propia individualidad.