Resumen:
La producción de ornamentales a nivel nacional es de 23,000 ha., con un total de 25,000 productores que representan un valor de producción de 6100 millones de pesos. Solo el 5% se exporta. (SNICS, 2014). Uno de los cultivos ornamentales más importantes es la gerbera (Gerbera x hibrida) perteneciente a la familia Asteraceae. Es una planta herbácea, vivaz, en roseta, cuyo cultivo puede durar varios años, según cultivares y técnicas de manejo empleadas (Villaseñor, 2004). Las variedades comerciales proceden de hibridaciones con especies (Gerbera jamesonii y G. viridifolia), del sur de África, donde el clima es tropical de montaña (Nesom, 2004). El mejoramiento genético de la gerbera comenzó a finales del siglo IXX, en Cambridge Inglaterra, cuando Richard Lynch, cruzó G. jamesonii con G. viridifolia. Las variedades comerciales recientes fueron originadas en este cruzamiento y se denominan híbridos de G. jamesonii dado que la principal contribución genética fue aportada por dicha especie (Sobral, 1996). Existen miles de cultivares que varían mucho en forma, tamaño y colores: blanco, amarillo, naranja, rojo, rosa. El centro de la flor es negro, purpura o verde. Frecuentemente la misma flor puede tener lígulas de varios colores (Jaimez, et al., 2011). La gerbera es la quinta especie más usada como "flor de corte" en el mundo, después de la rosa (rosa spp.), clavel (Dianthus caryophyllus), crisantemo (Chrysanthemum spp.), y tulipán (Tulipa spp. L.), de ahí su importancia económica. Los colores más demandados son rosa (incluye tonos fucsia, 40 %), rojo (20 %), amarillo (10 %), blanco (10 %), naranja (10 %) y otros. En función del tipo de inflorescencia, el consumidor prefiere el 20-40 % para las flores dobles, 20-40 % para las semidobles y del 30-60 % para las sencillas. Respecto 2 al color de la parte central de la inflorescencia, la demanda es del 20-30 % para las flores de disco negro y del 70-80 % para las de centro verde (Info Rural, 2012; Gómez, 2010). En cuanto a los parámetros de calidad que sirven para la clasificación de la flor, existen diversos criterios, aunque los más empleados son la longitud del tallo, diámetro del capítulo, color de la inflorescencia, rendimiento y durabilidad de poscosecha (Bañon, 1993).