Resumen:
Para el ojo suspicaz, para el observador, no pasa así. Como el detective londinense, nota lo que no está antes que lo que está, toma nota de lo que normalmente debería estar pero no está. En su obsesiva mente automática hace una lista de chequeo de todo cuanto lo rodea, no para tomar nota de lo extraordinario, sino de lo ordinariamente faltante. Y ante tantos ojos, alguien tenía que notarlo: el pedestal estaba vacío. La efigie de Cuauhtémoc faltaba.