Resumen:
Desde su surgimiento en la década de los setenta, las acciones e intervenciones de los movimientos y grupos ambientalistas han estado estrechamente relacionadas al esfuerzo por promover un cambio en las relaciones de los seres humanos con la naturaleza a través de la concientización social, siendo la educación ambiental no formal, un poderoso instrumento para sembrarla. Afirma Novo (2005) que las crisis ambientales y los movimientos asociados a su solución fueron el caldo de cultivo más fecundo para la expansión de los métodos y prácticas no formales, para hacer de ellos un verdadero instrumento de cambio, sobre todo en los contextos sociales de escala local. En cambio, reitera Novo, los programas no formales que se diseñan para llegar a poblaciones específicas, facilitan en gran medida la selección y adaptación de los contenidos a los territorios donde se dirigen las acciones y a los sujetos que ahí viven, de tal forma que puedan incidir sobre las conciencias y las conductas ciudadanas.