Resumen:
En el siglo XX, para los mexicanos la radio se convirtió en el acompañante de momentos entrañables. El aparato sonoro, para muchos, se convirtió en el soundtrack de sus vidas; incluso, fue la confrontación contra su pasado y presente, lo que permitió asignarle un status de reconocimiento que “por inclusión y exclusión, por cercanía y distancia, por similitud y diferenciación, se convierte en vía identificatoría” (Mata, 1994) de la realidad sociocultural que afrontaba el país.
Para la década de los años treinta, la electricidad iluminaba cada una de las colonias, barrios y lugares de convivencia que recibían con júbilo las primeras señales de lo que sería la emisora de la XEW, bajo la frase de “La voz de América Latina desde México”. Las voces que acompañaban a las familias mexicanas amenizaban las heridas de una sociedad convulsionada, tras los estragos derivados de la Revolución Mexicana. Las narraciones orales empatizaron con la vida cotidiana y se mezclaron con los sonidos de la realidad que permitía llevar a los ciudadanos a una experiencia sensorial, donde los sentimientos y las emociones guardaron dentro de la memoria colectiva cada uno de los diálogos y efectos, producidos por los creativos de las cabinas.
A diferencia de la sociedad europea en el territorio mexicano – como en los demás países latinoamericanos—la radio, llegó en un momento álgido y de incertidumbre derivado de las luchas sociales por la independencia de las dictaduras que dominaban las diferentes regiones del América Latina. Sin embargo, las historias que iban de la mano con el discurso sonoro, en el momento que entraron a la intimidad de los hogares.