Resumen:
El discurso utópico se comenzó a trazar en América Latina desde el encuentro de
dos mundos radicalmente opuestos. El descubrimiento del continente americano
significó para el hombre europeo la realización de sus anhelos utópicos en una
nueva tierra que representaba una nueva esperanza. Pero tal pensamiento fue
seguido de la decepción tanto de los descubridores como de los nativos frente a la
insatisfacción de lo alcanzado, de lo irrealizable. Este fenómeno marcó una
constante evolutiva en la ideología latinoamericana para la conformación de una
historia determinada por la función utópica.
El latinoamericano ha experimentado una serie de estados transitorios y
radicales que han confundido su origen. América, que había sido hasta ese
entonces el escenario propicio para la utopía de otros, empezó a proyectar utopías
para sí, y la transposición del pensamiento utópico occidental al continente
americano delineó el rumbo que tomaría el ideal utópico propio de Latinoamérica
para la búsqueda de su identidad. Esta búsqueda comenzó a raíz del
cuestionamiento del hombre latinoamericano sobre sus verdaderas raíces,
creándose falsas utopías basadas en modelos como el europeo y el
norteamericano, incluso el pasado prehispánico y el africano de la raza negra, sin
considerar, en un principio, que el hombre latinoamericano ha surgido del
mestizaje de sangres y culturas.
El gran inventario de proyectos irrealizados por no haber podido
concretarse es extenso; es decir, lo que América “no ha sido” pero “debe ser”, ha
conformado “la gran enciclopedia de la esperanza americana”, como dice Ainsa, o
como le llama Beatriz Pastor, el pensamiento utópico americano. Este ideal
utópico americano, desde siempre, ha pretendido realizar lo que América “no ha
sido”; devolver el “deber ser” a la historia y refleja el “querer ser” o “el anhelo
utópico” a veces, en marcadas exaltaciones de virtudes que posee América Latina
y que no tiene Europa, lo que Ainsa llama Providencialismo. Ejemplo de ello es la
idealización de un futuro mejor y la exaltación del propio ser americano, como es
el caso de Nuestra América, de José Martí, o de obras de otros pensadores llamados idealistas, que, frente a la desilusión de los cambios insatisfactorios del
continente y la persistencia de la desigualdad y la opresión, entrañan un discurso
que refleja la añoranza de un tiempo ideal en las primeras etapas de la historia, a
fin de encontrar la verdadera identidad latinoamericana y crear una nueva utopía,
exaltando arquetipos del pasado. Tal fenómeno se manifestó en plataformas de
todo tipo: políticas, sociales, filosóficas y literarias. Sobre este punto, la presente
investigación dedica el primer capítulo a plantear el génesis del discurso utópico y
su conformación en propulsor de fenómenos históricos, sociales y culturales
retomados y plasmados en la literatura.
Descripción:
El discurso utópico se comenzó a trazar en América Latina desde el encuentro de
dos mundos radicalmente opuestos. El descubrimiento del continente americano
significó para el hombre europeo la realización de sus anhelos utópicos en una
nueva tierra que representaba una nueva esperanza. Pero tal pensamiento fue
seguido de la decepción tanto de los descubridores como de los nativos frente a la
insatisfacción de lo alcanzado, de lo irrealizable. Este fenómeno marcó una
constante evolutiva en la ideología latinoamericana para la conformación de una
historia determinada por la función utópica.