Resumen:
La industria porcina es una actividad económica relevante en muchos países. Su progreso depende del constante mejoramiento genético, de los sistemas de manejo/sanitarios de los cerdos, la promoción del comercio de los animales, productos y consumo por parte del público (Mainau, 2015).
En los últimos años la porcinocultura mexicana, al igual que muchas de las actividades ganaderas, ha enfrentado cambios significativos en el entorno económico en el cual se desenvuelve, motivando variaciones en los ritmos de crecimiento de la producción. Estas variaciones han tenido diferentes efectos en los estratos productivos y en las diferentes zonas de producción (Gómez, 2012).
México es un importador neto de carne de porcino destacándose como el cuarto comprador a nivel mundial, al participar durante 2011 con el 10.1% del total global importado, alcanzando niveles de importación comparables a los de China. En el 2011, las importaciones aportaron un 37.8% del consumo nacional (Gutiérrez, 2013).