Resumen:
El consumo de alimentos orgánicos se ha convertido en una tendencia creciente e irreversible en el mundo (Schwentesius, 2010) como respuesta a los diferentes cambios en la alimentación, tales como la industrialización alimentaria y la modernización agraria con la llamada Revolución Verde (Pérez et al., 2012). En consecuencia surge un consumidor más crítico y consciente respecto a la forma de producción de los alimentos (Monteiro et al., 2014; Krom y Mol, 2010), valorizando los aspectos naturales de éstos, el vínculo con el productor y el consumo de productos locales (Zanoli et al., 2011; Krom y Mol, 2010). Esta situación ha sido de interés para múltiples investigadores; entre ellos, Ruiz et al. (2011) y Zander y Ham (2010), quienes mencionan que el desarrollo y el crecimiento del consumo de alimentos orgánicos dependen en gran medida del conocimiento del consumidor para poder satisfacer su demanda. En este sentido, se han realizado diferentes trabajos internacionales donde el consumo es el tema principal, estableciéndose que hay dos tendencias: 1) el consumo hedónico/egoísta, que provoca placer y alegría por el solo hecho de realizar compras (Bakırtas y Divanoglu, 2013; Alba y Williams, 2012), y 2) el consumo ético/altruista, donde el consumidor considera el efecto que su decisión de compra tiene en el bienestar público y en el mundo que lo rodea (Langen, 2012; Mintel, 1994 citado en Kirezli y Kabaday, 2012; Shaw et al., 2005). Cada tendencia tiene motivaciones distintas.