Resumen:
Una dieta adecuada en sus contenidos de fibra y energía es esencial para las vacas lecheras en producción, especialmente si son de alto potencial productivo; por esta razón, la inclusión de grasa en su dieta se ha incrementado (Eastridge y Firkins, 1991). Al aumentar la energía de las dietas utilizando solamente la inclusión de granos de cereales requiere mayor reducción del nivel de forraje, en comparación con la adición de la grasa en el alimento. Sin embargo, el tipo de grasa en la dieta es de importancia (Eastridge y Firkins, 1991).
La suplementación de lípidos en vacas altas productoras se lleva a cabo con el objetivo de incrementar el consumo y la eficiencia de uso de la energía al inicio de la lactación, y por ende, para incrementar el rendimiento de leche y al mismo tiempo reducir la movilización de la grasa corporal (Chilliard, 1993).
La inclusión de aceites o fuentes de grasa ricas en ácidos grasos poliinsaturados en la dieta de hembras rumiantes lecheras ha demostrado ser una estrategia efectiva para modificar el perfil lipídico de la grasa láctea (Chilliard et al., 2007); esta inclusión ha ganado enorme atención debido a sus efectos positivos (Parodi, 1999), tales como la reducción del contenido de ácidos grasos saturados (laúrico, mirístico y palmítico) en la grasa de la leche, los cuales se han relacionado con enfermedades cardiovasculares de humanos (Park, 2009). Además de este beneficio al consumidor, adicionar aceite de soya en la dieta de vacas incrementa el consumo de energía en la dieta de las vacas en el primer tercio de lactación, el cual es un periodo crítico para el animal por presentarse un balance energético negativo.