Resumen:
En la actualidad, el turismo se ha convertido en un motor de crecimiento económico y, bien gestionado, se convierte en un instrumento que puede lograr un desarrollo local y regional. Las motivaciones por las cuales los turistas o visitantes se trasladan hacia destinos diferentes a los de su contexto original son múltiples, pueden ser para tomar un descanso (como en un destino de sol y playa), para sentir la adrenalina (actividades de aventura y ecoturismo), por trabajo (congresos y convenciones), etcétera. En el caso del turismo cultural, el visitante se interesa por la búsqueda de lo tradicional, original y representativo de los lugares a donde llega. La cultura, como elemento característico de dicha motivación, no se reduce única y exclusivamente a los bienes tangibles como pueden ser los museos y monumentos, sino también, a un sinnúmero de elementos que representan cosmovisiones de poblaciones enteras, danzas, arte, música o creencias, las cuales constituyen el patrimonio intangible. La presente investigación realiza un acercamiento a los bienes culturales religiosos (arquitectura, ferias, festivales, pinturas, esculturas), los cuales, además de visibilizar la fe de las personas, condensan estilos artísticos y momentos históricos de la localidad. Es decir, constituyen una clase de objetos muy particulares por la clase de valores que condensan, así como, una variedad de usos prácticos como el de constituirse como atractivo turístico. En este sentido, el estudio tuvo como objetivo analizar la gestión de los grupos de interés involucrados en el uso y manejo de dicho patrimonio y su incipiente inclusión en la oferta turística de la localidad de Toluca. Se retomó el marco explicativo de John Thompson (2006), en específico su concepción estructural de la cultura y los conflictos de valoración que permitió un acercamiento diferencial a la forma en que los grupos de interés se apropian de los bienes religiosos. Respecto a la metodología utilizada, la investigación tiene por base el método etnográfico. De acuerdo con algunos autores como Rosana Guber (2001), la etnografía es un tipo de descripción/interpretación, implica elaborar una representación coherente de lo que piensan y dicen los “nativos”, de modo que esa "descripción" no es ni el mundo de los nativos, ni cómo es el mundo para ellos, sino una conclusión interpretativa que elabora el investigador. 14 En el caso del presente análisis, además, lo que interesa es derivar esa interpretación a partir de la visión de los sujetos que constituyen los grupos de interés en relación con el manejo de los bienes religiosos, entre otros, se incluye tanto a actores religiosos como funcionarios gubernamentales, así como, a la iniciativa privada. Ellos representarían, en el lenguaje antropológico, la visión emic de la gestión patrimonial en un marco de aprovechamiento turístico como campo simbólico en disputa. En relación con los hallazgos más relevantes, podemos mencionar que los grupos de interés identificados y encargados de la gestión del patrimonio religioso trabajan bajo acciones específicas, a lo cual se ha denominado gestión diferencial, lo que imposibilita estrategias de colaboración exitosas a nivel local o regional, puesto que se realizan bajo un interés corporativo. La identificación e investigación de tales aspectos puede contribuir a la generación de colaboraciones y estrategias transversales que tengan como base o que incluyan a la actividad turística como a) un eje de desarrollo y; b) como una estrategia de conservación patrimonial. Hasta el momento, no se aprecia una instancia que logre articular las diversas dimensiones del patrimonio bajo la lógica de una gestión más allá de la tradicional visión de la rentabilidad económica. Finalmente, se concluye que el turismo puede ser un campo propicio para una gestión integral del patrimonio que incluya rentabilidad, pero también contenido social, es decir, vale la pena reflexionar acerca de si queremos mantener sólo la valoración economicista que ha caracterizado a las administraciones turísticas de los últimos años o incorporar de manera más efectiva a los grupos locales que participan en el manejo del patrimonio ya sean privados o públicos. Es preciso, también, que se tiendan puentes con las instancias responsables de la cultura y crear acciones transversales orientadas a lo que llamamos rentabilidad social que implica beneficios para la comunidad local y no sólo para determinados grupos de interés.