Resumen:
En México se han llevado a cabo estudios sobre la construcción de la identidad y el turismo; desde la explotación del patrimonio y del pasado indigenista ante la imposición de patrones de promoción para el desarrollo turístico por parte del gobierno (Guerrero, 2015); la investigación se vale del método histórico para documentar los acontecimientos más relevantes mediante libros y artículos que sustentan su argumentación. Otro estudio sobre turismo, identidad y espacios públicos, es el caso del "Malecón, Muelle y Pasarela" en Puerto Vallarta, México (Baños, 2014), donde se hace un recuento histórico a partir de estudios urbanos y arquitectónicos; se integra a su análisis el desarrollo local, el territorio y los espacios urbanos modificados a consecuencia del turismo, con la finalidad de comprender la reconfiguración de la identidad arquitectónica en el destino. En tanto, Pérez y Herrera (2006), mediante un enfoque de turismo rural, argumentan que se ha buscado urbanizar y adaptar los destinos a partir de aspectos tradicionales que funcionan como punto de atracción del turismo. Beni (2004) entiende que la planificación turística consistía en que la población receptora tenga consciencia del patrimonio (material e inmaterial) y a su vez pueda decidir sobre qué quiere preservar y compartir al resto de los grupos. Asimismo, Moesch (2000) menciona que el turismo propicia una combinación compleja de interrelaciones integradas a partir de una práctica sociocultural e histórica que da como resultado un intercambio de información intercultural. En tal sentido, se afirma que los pobladores locales se apropian del turismo como método de construcción de cultura, tradición e identidad (Salazar, 2006). Al respecto, Adams (en Salazar, 2006) argumenta que los habitantes locales se empoderan gracias a su interacción con los turistas, permitiendo redefinir concepciones sobre quiénes son y qué los identifica. Carrillo (2013:16) argumenta que: “la cultura y la identidad, además de poder ocuparse como detonadores de desarrollo, son un elemento de cohesión social, porque enaltecen los orígenes de los ciudadanos, con lo que se genera un sentimiento que favorece mucho a las sociedades”. En este contexto, según la autora, cada grupo social transforma y define su identidad acorde a necesidades y exigencia particulares; ejemplo de ello los destinos considerados patrimonio cultural de la humanidad, al contar con atractivos particulares que la sociedad local consume y entiende en un sentido identitario único de persona a persona y de grupo a grupo.